Desde el páramo original al gran paraíso urbano que hoy es el Alamillo, su director Adolfo Fernández Palomares se lo conoce al dedillo. - J. Palanco / ATESE
"Trabajo con personas, animales y flora". Poca gente puede afirmar lo mismo con tanto orgullo como lo hace él. Adolfo Fernández Palomares lleva 14 años al frente del Parque del Alamillo. Lo soñó primero, lo diseñó después y vela cada día porque estas 47 hectáreas verdes de la Isla de la Cartuja sean un lugar un poco más agradable para el millón y medio de personas que lo visita anualmente.
-De mayor quiero ser director de un parque. Imagínese que un niño le dice tal cosa. Usted que tiene experiencia sabrá qué aconsejarle ¿no?
-Creo que los caminos perfectamente trazados no existen para casi nada. Yo soy Ingeniero de Caminos, así que debería estar en algún despacho de un gris edificio. Por fortuna estuve en el momento adecuado en el lugar adecuado. Y yo, que me entusiasmo casi con cualquier cosa, imagínese la felicidad que me produjo cuando me encargaron construir el parque.
-Durante los 14 años que lleva al frente del Alamillo habrá conocido a muchos que codicien su puesto...
-Estoy convencido de que mi trabajo es uno de los más sanamente envidiados que existen. No es un puesto politizado y tampoco administro poder, pero esta es la tarea más hermosa que he tenido nunca. Los ingenieros tenemos poca relación con las personas. No es mi caso al frente del Alamillo. Me gusta la naturalidad con la que se expresa la gente.
-Ni el Arzobispo de Sevilla ni el alcalde de la ciudad han logrado mantenerse tantos años en el sillón. El Padre Ayarra sí que ha podido celebrar 50 años como organista de la Catedral. ¿Se ha propuesto superarle?
-Sinceramente, cuando me nombraron director pensé que estaría aquí unos dos años. Siempre estuve preparado para un cese fulminante pero para mi sorpresa eso no ha ocurrido en 14 años. Jamás me imaginé que iba a durar tanto. Antes me sentía preparado para irme en cualquier momento, ahora debo confesarle que le he tomado tanto cariño al Alamillo que me apetece jubilarme en él.
-Rojas Marcos (PA), Becerril (PP), Monteseirín (PSOE)... ¿Todos los políticos han mimado con idéntico celo el parque?
-Siempre he tenido unas magníficas relaciones con ellos. Creo que mantener unas excelentes relaciones institucionales forma parte de mi tarea.
-¿Y no teme que Zoido pegue el cambiazo y de celebrar, pongamos por caso, el Día de Perú se pase a las veladas de la copla?
-Le hablo con franqueza: no creo que peligre este tipo de actividades. Sería una torpeza y no pienso que esté en su ánimo. Debe ser motivo de satisfacción que el Parque del Alamillo sea la referencia de la mayoría de los movimientos y colectivos ciudadanos.
-¿Cómo se lleva eso de que la mayoría de quienes disfrutan del lugar no tengan ni la más remota idea de la persona que lo dirige?
-¡Fenomenal! Me agrada disfrutar del Alamillo en el anonimato, me agobiaría que la gente me reconociera, sólo me conocen los más incondicionales.
-¿Le tiene una pizca de manía al Parque de María Luisa por aquello de las comparaciones?
-[risas] Cuando llegué a Sevilla sólo existía el "parque", que era el de María Luisa, y luego los Príncipes. Ahora esto ha cambiado. El de María Luisa sigue siendo el parque monumental de la ciudad y para muchos sevillanos sus recuerdos están unidos a él. Pero ya existe una generación cuya infancia está ligada al Alamillo. Muchos son los que han aprendido a relacionarse con la cultura y con la naturaleza en este lugar.
-¿Y si yo le ofreciera dirigir el Retiro madrileño?
-Tengo recuerdos de mi niñez en el Retiro y es un lugar maravilloso así que me lo pensaría como mínimo pero... no, yo a Madrid sólo voy de visita. Estoy muy feliz donde estoy.
-¿Cuánto tardaron los sevillanos en convencerse de que en el Alamillo había sombrita?
-Cuando en el año 1987 me puse delante de aquella llanura llena de girasoles pensé que nos habíamos equivocado. Aquello parecía la luna. Tardé mucho en ver el Parque del Alamillo. Todavía hoy le falta desarrollarse mucho mas pero ya es un gran parque con muchísima sombra.
-Una de las peores crisis con las que ha batallado fue la superpoblación de patos. Se topó de frente con los animalistas y les vio las garras y los colmillos...
-¡Es cierto! Fue el primer colectivo que me hizo sudar la gota gorda. Llevé el asunto con gran dolor porque apreciaba a las personas que me estaban reprochando el suceso. Lo cierto es que cometimos un error y la población de patos se disparó sin darnos cuenta convirtiéndose en un problema para el ecosistema. En 2005 hicimos lo que pudimos, hoy lo haríamos mucho mejor.
-¿Qué le diría a quienes piensan que el Alamillo es antes un lugar de esparcimiento que un espacio de riqueza ecológica?
-Veo muy difícil que quien viene a ‘esparcirse' no sienta el olor de la naturaleza, la textura del césped, el ambiente que le rodea. El mito del paraíso forma parte de la naturaleza de las personas. Por eso me gusta que haya patos, conejos y perdices, todo el conjunto despierta sentimientos positivos y afectivos hacia el lugar.
-¿Su parque ideal?
-Me siento bien en los de tradición anglosajona como Regent's Park en Londres o Central Park en Nueva York, en oposición al monumentalismo de los franceses como Versalles.
-¿Y qué le falta al Alamillo para parecerse a ellos?
-Sólo un poco de más de tiempo. Fíjese: la gente hace lo mismo en los parques estén en el lugar en el que estén. Si nos abstraemos de lo que les circunda, quienes visitan Central Park hacen exactamente lo mismo que los que vienen al Alamillo. Es maravilloso, desde los huertos en la Biblia a los jardines en la literatura de Virgilio, estos son sitios donde se viene a disfrutar. Sencillamente.
-¿Qué le gusta más el Día del Perro, el encuentro (hippie) de las Alternativas o una fiesta latinoamericana?
-Todos los años se hacen cerca de 400 actividades en el parque. Pero me siento especialmente bien en la Feria de las Alternativas, los hippies son personas cumplidoras y ordenadas.
-¿No se guardará para usted un lugar secreto que sea como el oasis dentro del paraíso?
-Disfruto del parque de todas las formas posibles. De día, de noche, bajo un sol radiante y bajo un aguacero. Desayuno lo mismo desde hace 30 años, soy una persona muy ritualista y tal vez por ello todos los días me siento a gusto. Quizás mi lugar favorito sea el vivero, detrás del Cortijo, con la escultura del Hombre Árbol, de Federico Guzmán, se ha convertido en un espacio fascinante.
-¿Pide mucho dinero a las administraciones?
-Pedimos el oro y el moro. Por fortuna todas las actividades las hacen los colectivos porque ya no tenemos dinero para organizarlas. En un momento dado, en un parque es más importante el paisaje y los ciudadanos que lo pueblan que los medios económicos. La fiesta de los perros la sufragó Royal Canin, los Veranillos los subvenciona Unicaja y así resolvemos.
-¿La pasarela que une el Alamillo con San Jerónimo es uno de los hits de su gestión?
-Hemos tenido mucho que ver en su realización. La pasarela está construida en un lugar estratégico, me satisface ver gente del barrio disfrutando en muy pocos minutos del Alamillo.
-¿Qué opina de la propuesta de la Asociación Peatones de Sevilla de abrir un acceso al parque frente a la Escuela de Ingenieros?
-Me encanta la idea. Pero el Plan General lo imposibilitó. Ojalá el tema se recupere en el futuro, no depende de mí.
-¿Qué le diría a dos enamorados si los pilla en pleno delirio amoroso sobre la hierba?
-Hicimos un estudio hace tiempo de las actividades que desarrolla la gente en el parque. Uno de los capítulos era ‘amarse'. Me parece un uso magnífico y muy hermoso. Es consustancial a la propia naturaleza del lugar.
entrevista en: correodesevillaweb
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